El mundo del deporte es una especie de microcosmos, una muestra de la sociedad en la que vivimos, que nos ofrece a diario evidencias de la desigualdad entre mujeres y hombres.

La presencia de la actividad deportiva femenina en los medios de comunicación es testimonial; esta invisibilidad se quebranta en contadas ocasiones y, para que esto ocurra, es necesario que una mujer o un grupo de mujeres consiga un rotundo y sonado éxito deportivo, como es el caso de Carla Suárez, Carolina Marín, Mireia Belmonte, Maider Unda o las selecciones españolas de baloncesto y balonmano. Ante esta realidad, podemos hacer dos lecturas, o más: una, que la audiencia no tiene interés por el deporte practicado por mujeres; y otra, que los medios, liderados mayoritariamente por hombres, ofrecen una visión parcial que no favorece el avance de las mujeres ni la forma en la que éstas son percibidas en el deporte. Quizás las dos puedan ser válidas.

No podemos decir que la invisibilización de la mujer en los medios deportivos sea absoluta; sí podemos decir, en cambio, que en demasiadas ocasiones su proyección poco tiene que ver con la faceta deportiva. Al igual que en el ámbito publicitario, la figura femenina se utiliza como anzuelo o a modo de elemento decorativo. Así, resultan muy llamativas las contraportadas en las que se muestra una mujer ligera de ropa, casi nunca deportista, sino modelo o actriz, cuya presencia se sostiene para alegrar la vista de quienes llegan hasta la última página de la publicación; también aparecen de manera habitual las bailarinas que animan los intermedios de los partidos (las famosas cheerleaders) o las bellas y esbeltas mujeres que entregan las medallas a los ciclistas que alcanzan el podio. ¿Es esta una proyección que se ajusta a la realidad de la actividad deportiva femenina? ¿Queremos normalizar esta imagen de la mujer en el imaginario colectivo? No se trata únicamente de un déficit de presencia, sino también de conciencia.

El deporte tiene un enorme poder para influir en las actitudes y comportamientos de las personas a través de los valores que transmite, que tienen que ver con esfuerzo, superación, respeto, solidaridad, cooperación, aceptación de la derrota, motivación y, por supuesto, saborear los éxitos cosechados por el enorme trabajo realizado. Estos valores, que se fraguan con el deporte de base, no deben perderse de vista cuando se oficializa, profesionaliza o institucionaliza la actividad deportiva.

Siendo conscientes de este poder, resulta absolutamente necesario que el ecosistema deportivo, ese microcosmos cuyo poder transformador queda fuera de toda duda, apoye y trabaje la igualdad de género como valor esencial que revierta en un cambio social, en un nuevo modelo integrador y beneficioso para todos y todas; y con mayor responsabilidad aún, aquellos deportes, clubes o deportistas que por su notoriedad impactan de manera extraordinaria en las conductas de las personas, especialmente de los niños y niñas, que necesitan referentes positivos para acercarse a la actividad deportiva y empaparse de valores que ayuden a construir un mejor futuro para nuestra sociedad.

De la misma manera, es preciso revisar el funcionamiento de las federaciones deportivas, entes que, tanto en su composición como en sus decisiones y en su funcionamiento, no contemplan la paridad, ni la igualdad, ni la perspectiva de género. No está de más hacer un pequeño y sencillo ejercicio de inversión en lo que se refiere a equipos, entrenadores y entrenadoras. Es difícil ver una mujer entrenando un equipo de hombres; sin embargo, resulta habitual y totalmente normalizado que un hombre dirija equipos o selecciones femeninas. Ahí queda eso.

En la antigua Grecia el deporte era una actividad generalmente reservada a los varones, aristócratas y físicamente perfectos. Las Olimpiadas, que se celebraron cada cuatro años entre los años 776 a.C. y 393 d.C., consentían únicamente la participación de ciudadanos griegos libres y de sexo masculino. En 1900, la mujer hizo su aparición por primera vez en la historia, de forma no oficial, en las Olimpiadas de París; bien entrado el siglo XXI, y a puertas de los Juegos Olímpicos de 2016 en Brasil, ya es hora de dejar de adjetivar el deporte y comenzar a hablar de éxitos deportivos logrados por deportistas, hombres o mujeres, que se entrenan día a día para superar sus propios obstáculos.

Desde este foro apelamos a la responsabilidad de los medios de comunicación, las instituciones y los ámbitos de decisión en torno a la actividad deportiva, para que el binomio mujer y deporte deje de ser una cuestión de presencia y conciencia.

Para finalizar, desde el grupo de mujeres que formamos Doce Miradas, no queríamos pasar por alto esta oportunidad que se nos ofrece para expresarnos y poder felicitar así a Dxtfem por su extraordinaria labor de ofrecer visibilidad y cobertura al deporte femenino de Euskadi.

¡Muchas gracias!

Texto cedido por Doce Miradas
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